Lo que nos merecemos

Todo. Nos merecemos todo. Si alguien no se lo cree, que le pregunte a cualquiera qué piensa que se merece. Hablo de trabajo, sueldo, nivel de vida… Todos pensamos que somos especiales o que merecemos más de lo que tenemos. Yo también. Sin embargo, ¿lo valemos? Solemos confundir nuestro valor como personas con nuestro valor como trabajadores o, mejor, nuestro valor económico para la sociedad. Pero esto no es necesariamente lo mismo. Si nos fijamos en el nivel de vida que creemos merecer y el que tenemos, hay que pensar ¿qué hemos hecho para merecer el sueldo o el nivel económico que creemos justo?

Cuando alguien obtiene menos de lo que cree merecer económicamente (sueldo, trabajo), tiende a tomárselo como algo personal. Es decir, como si su valor como persona estuviese en entredicho. Pero, ¿es esto realmente así? No lo creo. Estamos hablando de nuestra aportación productiva para la sociedad, lo que ofrecemos a la misma. El dinero que recibimos, a medio y largo plazo, suele estar correlacionado con nuestro valor económico para la sociedad. Esto es, según empezamos a trabajar en un sector en concreto, cobraremos poco dinero. Pero si realmente trabajamos, aprendemos y llegamos a convertirnos en expertos, terminaremos cobrando más dinero en esa u otra empresa. La clave está en hacerse imprescindible.

Pero hacerse imprescindible no es fácil. Implica trabajar duro, aprender y entender lo que se hace. Si nos convertimos o nos acomodamos en trabajos mecánicos que no requieren demasiado esfuerzo mental, habilidades especiales o difíciles de dominar y que no nos ofrece opción de introducir nuestras ideas o mejoras, seremos piezas sustituibles. Y cuando hay stock sobrante de piezas reemplazables, el precio que tienen baja.

Lo que ofrecemos

En el fondo, todo sigue siendo una cuestión de trueque. La persona recibe un dinero que suele corresponder con el valor del trabajo que realiza. No se valora a la persona como humano, sino como productor de valor. En situaciones como la actual, habiendo poco trabajo y muchos trabajadores disponibles, nos devaluamos. Precisamente por ello, la clave está en ofrecer resultados que sobresalgan, sean diferentes o que nos hagan imprescindibles. Pero sobre todo, que sea valioso para la gente, las empresas, la sociedad… valioso. Lo que cada uno ha de descubrir es qué puede ofrecer distinto a los demás, o qué quiere ofrecer.

Opciones hay muchas, pero todas ellas suelen implicar lo siguiente: mejorar constantemente y trabajar duro.

Esto no significa que debamos reventar a trabajar en cualquier puesto, ya que hay trabajos que son callejones sin salida. Y tenemos que decidir si estamos seguros de valer más de lo que nos pagan y si queremos hacer algo mejor, en cuyo caso, echarle arrestos y dejar el trabajo para buscar nuestros objetivos. Y sobre todo, invertir en nosotros.

Esto último no es caro necesariamente, ya que no se trata de hacer miles de cursos, másteres y demás. Como dicen aquí, un máster no siempre va a ser lo mejor. Invertir en uno mismo es obtener conocimientos en el tema que queramos mejorar, programación y desarrollo de software por ejemplo. Esto se puede hacer con poco dinero: comprando libros -tras haber dedicado un tiempo largo en investigar qué libro es el que más nos conviene teniendo en cuenta qué queremos aprender o qué habilidades queremos mejorar; también hay muchos cursos online gratuitos y de gran calidad así como material disponible a cambio de poco dinero -o incluso ninguno-. Lo complicado es ponerse estudiar ese material en nuestro tiempo libre. Eso es lo difícil y el motivo por el que mucha gente, creo, termina pagando por cursos y másteres. Pagan para que les “obliguen” a trabajar en ello.

Pero no siempre se puede pagar, así que toca echarle valor y mejorar nuestros conocimientos y habilidades. Y esto creo que debería ser una filosofía general para nuestra vida: mejorar siempre. Cuanto mejores seamos, más tendremos que ofrecer.

Como conclusión a esto, diría que tenemos derecho a trabajar, pero no necesariamente derecho a un trabajo en concreto. Esto es responsabilidad nuestra, estar preparados para ofrecer un trabajo de calidad y que se diferencie de los demás. No ser un engranaje más, sino ser una pieza irreemplazable. Ofrecer algo especial.

Lo que queremos

Todo. Eso ya lo hemos dicho. Pero hay que ser consciente de lo que podemos llegar a dar. Es un trueque, así funciona. En vez de cabras, nos dan dinero por nuestro trabajo.

Sin embargo, estoy seguro que casi nadie tiene muy claro qué quiere. Todo el mundo piensa que más o menos quiere mucho dinero para no trabajar nunca más. Aunque esto tiene muchos problemas, el principal problema es que la mayoría de la gente tiene solo una idea vaga de lo que realmente quiere de su vida: “ser feliz, ganar dinero, viajar…”. Eso no es un objetivo claro, así que el primer paso es decidir claramente qué queremos a 5 y a 15 años años vista. Una vez lo tengamos claro, hay que diseñar un plan para conseguirlo. Eso va a significar seguramente que debamos empezar a formarnos en diferentes ramas del conocimiento: economía, programación, tecnología, idiomas…

El siguiente paso sería tomar las decisiones económicas que correspondan, ¿necesitamos un móvil de 200 euros con conexión a internet, o nos basta con una tarifa más económica sin datos y un móvil sencillito? ¿necesitamos un coche o podemos movernos en transporte público, aunque sea menos cómodo y se tarde más? ¿controlamos todo lo que gastamos, dónde se nos va más el dinero y de dónde podemos ahorrar? Así que toca ponerse a registrar los gastos mensuales, incluso las cervecitas o gastos menores diarios y analizar qué partes son realmente prescindibles. Este primer paso nos hará ver mejor cómo gestionamos el dinero.

Después viene una gran decisión, dependiendo un poco de cuál es el objetivo que hemos elegido: trabajar por cuenta ajena o por la nuestra. Hay diferentes ventajas e inconvenientes en cada elección, pero en esencia, se reduce en que la primera opción tiene, aparentemente, menos quebraderos de cabeza -nos dicen lo que tenemos que hacer y en qué horas del día, lo hacemos, nos pagan- y la segunda brinda más libertad, con las responsabilidades que conlleva. Yo he elegido la segunda. La libertad por encima de la seguridad.

Conclusión

La conclusión de este artículo no es algo que pueda decidir yo para los demás. Tengo mi propia conclusión y estoy trabajando para conseguir lo que creo necesitar para llevar la vida que quiero tener, trabajando para “merecer” ese nivel y para tener ese valor para la sociedad.

Así que creo que lo mejor que puedo hacer es dejar unas preguntas para que cada uno las responda de forma personal: ¿crees que mereces más? ¿qué puedes ofrecer a cambio? ¿qué deberías aprender o mejorar para conseguir tus objetivos?

Sinceramente, merece la pena el esfuerzo que supone tomar las riendas de tu futuro porque es emocionante y da sentido a levantarse cada mañana, así que te recomiendo que intentes responder las preguntas y ponerte a trabajar. Porque esta vez trabajarás para ti mismo, para mejorar tu vida.

4 respuestas a “Lo que nos merecemos

  1. Justo el otro día hablaba con un amigo sobre esto, sobre por qué cuando ibas a un trabajo, esperabas que te tuviesen que pagar un sueldo tal, cuando ni siquiera esa persona sabe que eres válido o no. Nos hemos acostumbrado a que después de la carrera tengamos que llegar a un sitio y nos aplaudan por tener un título que tiene tanta otra gente. Porque el sueldo que te pagan no es lo único, también hay que tener asegurada a esa persona y esto es un pastón. Para las grandes empresas que se lo pueden permitir… pues bueno, pero para aquellos que tienen un negocio humilde, tener contratado a alguien no es cualquier tontería..
    En fin creo que esto ya ha cambiado y seguirá cambiando, la cuestión está en ponerse las pilas y dejar de quejarnos porque por más que gritemos esto ha cambiado y no volverá al estado anterior.

    1. Bingo! No puedo estar mas de acuerdo con tu comentario. Pero el ultimo párrafo es el resumen de esta otra entrada que hice. No es una crisis, es algo mas profundo. Por lo que de nada sirve rasgarse las vestiduras esperando que vuelvan los «viejos buenos tiempos». Porque no lo van a hacer.

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